martes, 8 de octubre de 2019

-ALGO MÁS

--A mi padre



Yo sólo estaba allí de corazón
para ser algo más a vivo espacio;
aguas se abrían, árboles soñaban,
el aire vino para respirarlo.

Y, amando, estaba allí tal como niño,
tal como una ligera piel despacio
a por la luz de lo que es esperanza
con su mínimo amor, con su milagro.

Allí donde debía, ¡comprendido
en la única savia de lo dado
por Dios!, en la inherente providencia,
deseando emociones, deseando.

Allí justo, clamado por las hojas
de una vida, admirándola en abrazos
solícitos de fe y... de bienencuentro,
con el amor con cándidos ánimos.

Y sólo estaba allí, a miel hacendosa,
a miel de intercanción imaginando
la tierra y su horizonte al infinito...
que ve la libertad o ve soñando.

Recuerdo mi morada, ¡sus paredes
tan desnudas!, ¡tan límpidas!, un patio
al sur del albear, ¡grácil!, ¡tan fresco!,
donde el llover por dicha era llanto.

Recuerdo, mis caminos, el que al pueblo
hallaba, el que al arroyo del barranco
servía ¡a paz!, el que pintaba al mundo,
el que alegraba todo ensimismando.

Y –¡oh también!– el otero, y aquél olivo
sin más fuerza que el bien de su pasado,
y aquél palenque viejo, y el ojo de buey
de la estrecha escalera y aquél geranio.

Todo, como si fuera un real cuento,
todo por el velar de un don sagrado;
todo, como si un ser no descreciera
al merecer del sueño de los pájaros.

La cántara con leche, la collera,
la gubia, el almijar, el dispensario,
la sandía, el ají, la correhuela,
el fufo, la despensa, el empedrado.

Precisamente allí en calma mía,
al siempre mío de ilusión a tactos,
con la limpia humildad por animarse
amaneciendo, lo que era algo.

Y sólo estaba allí de corazón,
de corazón, ¡sí!, en su estar dejado y, así, amé lo que creí de cierto...
(por donde fue mi condición de barro).

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